El Parlamento europeo y el Consejo de la Unión Europea aprobaron el
pasado año que el 2009 fuera el año europeo de la Creatividad y la
Innovación.
En la
exposición de motivos de la propuesta que fue presentada por la
Comisión, se alude a la
importancia de la capacidad de innovación para que Europa pueda
enfrentarse a los desafíos y posibilidades de la globalización, de
manera que el conocimiento logre transformarse en productos y
servicios innovadores, permitiéndonos adaptarnos a las exigencias de
la economía moderna.
Se insiste en la necesidad de que los ciudadanos adquieran aptitudes y
competencias para adaptarse a los rápidos cambios, logrando que
perciban éstos como oportunidades, y desarrollen una actitud de
participación activa en una sociedad dinámica, diversa, multicultural
y basada en el conocimiento. En este sentido, cobra particular
importancia el valor de la educación, contribuyendo a reforzar lo que
se ha dado en llamar el “triángulo del conocimiento”, formado por
educación, investigación e innovación.
La
creatividad se encuentra estrechamente ligada a la capacidad de
innovación, y se trata de una capacidad humana con múltiples
dimensiones, que se desarrollan no sólo en el ámbito de lo artístico,
sino en todas las facetas de la vida. La propuesta para este año tiene
como objetivo fundamental promover la creatividad y la capacidad de
innovación como competencias clave para todos, en el ámbito educativo,
social y en todo el tejido empresarial.
Considera, además, que estas dos capacidades no se encuentran siempre
relacionadas entre sí. Trabajando a distintos niveles (local,
regional, nacional y europeo), y ámbitos diversos (escuelas,
universidades, organizaciones públicas o privadas) se pretende
estrechar los vínculos entre ambas.
En la decisión final del
parlamento y el consejo se aprueba, como objetivo general de este año
europeo, “respaldar los esfuerzos de los Estados miembros para
promover la creatividad por medio del aprendizaje permanente, como
motor de la innovación y como factor clave del desarrollo de las
competencias personales, laborales, empresariales y sociales de todos
los individuos en la sociedad, así como de su bienestar social”¹.
Entre los factores a subrayar, para lograr esto, algunos conciernen
muy directamente al diseño:
-
“ampliar el acceso a diversas formas creativas de autoexpresión y
reducir las diferencias de acceso a las mismas, a través de la
educación formal, y especialmente durante los años más productivos de
la formación de los jóvenes, de forma que no se obstaculice el
desarrollo personal de ninguno de ellos;
-
promover unos vínculos más estrechos entre las artes, el mundo
empresarial y las escuelas y universidades;
-
promover el diseño como una
actividad creativa que contribuye de forma significativa a la
innovación, así como las aptitudes de gestión de la innovación y
el diseño, incluyendo nociones básicas sobre la protección de la
propiedad intelectual”².
Esta idea
se refuerza con el hecho de que algunos de los embajadores escogidos
para representar esta iniciativa sean profesionales del campo del
diseño, como el español Javier Mariscal.
Aunque
muchas de las críticas dirigidas a este tipo de iniciativas cuestionan
su repercusión, negándoles un ápice de utilidad, considero importante
el hecho de que se relacionen de manera explícita cuestiones que
preocupan a los profesionales e investigadores del diseño, y sobre las
que estos mismos vienen planteando la necesidad de trabajar y avanzar
en propuestas compartidas.
Se pone
el énfasis sobre la importancia de la educación (no sólo sobre el
pensamiento creativo, tan perjudicado y casi aniquilado durante los
años de enseñanza obligatoria, sino también sobre la importancia de la
educación formal y universitaria en este campo), y se reconoce al
diseño su valor como disciplina que logra unir creatividad e
innovación, en una síntesis de conocimientos y capacidades que sería
vital en otros campos.
Queda
patente que, en nuestra sociedad, la capacidad creativa y de
innovación (para ofrecer soluciones nuevas que se adapten a problemas
o situaciones concretos) se hacen cada vez más imprescindibles, así
como la colaboración entre los distintos profesionales y ámbitos del
conocimiento. Los profesionales del diseño se revelan, en el texto de
la comisión europea, como un modelo a seguir en este sentido.
La
iniciativa no viene acompañada de un presupuesto que la respalde, ya
que se considera que debe ir imbricada en otros proyectos, en los
distintos niveles en los que se trabaje. El programa específico para
el año, reflejado en el
sitio oficial del mismo, tampoco aparece repleto
de hitos importantes. Quizás las circunstancias no sean las mejores,
en medio de la crisis económica y con el tratado de la constitución
europea muy cerca de quedar definitivamente enterrado. Por momentos da
la sensación de que esta iniciativa pueda quedarse en buenas palabras
e intenciones. Siempre hay motivos para el escepticismo, y más en
estas cuestiones que, por etéreas, parecen escurrirse entre los dedos.
En contra
de estos argumentos, la realidad de profesionales e investigadores del
diseño permite comprobar que creatividad e innovación contribuyen a
mejorar el entorno social, las posibilidades económicas y la capacidad
de adaptación a los retos presentes o futuros. Y esto no es una
entelequia, ni un sueño.