
Fragmento del mosaico que rodea a la cabeza de Medusa, en la Villa romana de Río Verde. Fotografía: Francisco López González. |
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El descubrimiento y estudio detallado de mosaicos, suelen centrase en el análisis y repertorio iconográfico de los mismos, trasmitiéndonos una imagen lo más fiel y neutra posible. En este caso acostumbramos a resaltar su calidad técnica, las distintas proyecciones utilizadas en la representación de objetos, se efectismo pictórico o la temática del denominado popularmente “mosaico de la cocina”.
Pero más allá, su existencia demuestra el alto nivel de desarrollo económico, social y cultural que alcanzaron estas costas del sur de Hispania durante el periodo que abarca del siglo I al siglo IV. d. C.
La presentación y representación de esta banda musivaria permite su valoración iconográfica como reflejo de un contexto social y cultural, contribuyendo a la reconstrucción de un panorama histórico complejo.
Los mosaicos no sólo son una obra artesanal y exclusiva realizada por encargo, peor o mejor realizada, sino que son verdaderos testimonios que reflejan los gustos de los comendatarios, sus conocimientos, sus creencias, poniendo al descubierto la clase social a la que pertenece su dueño.
El encargo a un taller de mosaístas no es casual ni arbitrario, responde a la voluntad de una determinada clase social de mostrar su concepción de la cultura romana, mediante la capacidad del taller contratado para la realización de una imagen en la piedra. |